INTRODUCCIÓN:
“A la tercera va la vencida”. Esa era la esperanza de los
atléticos y la prudencia de los madridistas. Las grandes gestas blancas se
forjaron en feudo propio por lo que jugar el primer partido en casa significaba,
para el Real Madrid, una piedra más en un camino que, durante todo el año,
estuvo sembrado de rosas y cardos. Y dudas. Muchas dudas.
La Champions transforma al Madrid de la misma forma que lo
hace con el Atlético aunque con resultados distintos. Al Madrid, incluida su
afición, la Champions les da fuerza, carácter, alma, brillo y todos aquellos “dones” que hacen mejor, y el mejor, a un equipo. Al
Atlético, incluida su afición, la Champions solo les aporta Nada. Quiero decir
que no le aporta nada nuevo a lo que muestran en cualquier competición. En
cualquier campo. A cualquier hora. Contra cualquier rival. Y no es poco pero no
suficiente para logar su propósito.
EL PARTIDO:
En el minuto 6 Carvajal entró hasta la cocina de Oblack
(bonito nombre para un restaurante de moda) dando el primer aviso. En el minuto
10 marca Cristiano. En el 12 Gameiro falla un mano a mano claro contra Navas. En
el minuto diecisiete (¡Ojo! de la primera parte) el Atlético de Madrid comienza
a perder tiempo. Estos cuatro ingredientes marcaron el partido y,
probablemente, la eliminatoria.
1.
Ocasión clara de tu contrario en los primeros
cinco minutos.
2.
Gol de tu rival en los diez primeros minutos.
3.
Fallo propio a continuación.
4.
Pretender guardar la ropa antes del minuto
veinte cuando la secadora termina en el noventa y tres, por ejemplo.
Es casi imposible ganar a nadie tirando una vez a puerta en
todo un partido. Y menos probable si el rival dispara doce veces contra tu portería.
Y menos, si cabe, si quien dispara es el máximo goleador de la Champions y de
la historia del Real Madrid. Es casi imposible ganar a nadie cuando no quieres
ganar sino no perder o perder por la mínima. Es casi imposible ganar un partido
cuando no tienes fe. Pero sobre todo, es casi imposible ganar al Real Madrid en
el Santiago Bernabéu una semifinal de Copa de Europa cuando el equipo blanco
quiere ganar. Y eso se nota. Se nota en las miradas de jugadores y aficionados.
Se siente en el aire desde que comienza a rodar el balón. Desde el primer toque
y desde las primeras sensaciones.
Como dijo un ídolo, “noventa minutos en el Bernabéu son muy
largos”. Y eso le volvió a suceder a un equipo una noche cualquiera de
Champions. Aunque no fuera una noche más ni un equipo más. Era Dos de Mayo, día
de la Comunidad de Madrid, y contra el eterno. Era un partido para héroes. Para
resarcir amarguras y penas y odios y rabias. Era una noche especial. Y lo fue
pero no para los que más cicatrices curaban. Lo fue para Zidane porque jamás nadie influyó
en un resultado tanto sin proponérselo. Lo fue para Cristiano que sigue siendo el rey
aunque moleste a republicanos e independentistas. Fue una noche especial para
el Rey de Europa aunque moleste a republicanos e independentistas, también.
CONCUSIÓN:
El Atlético de Madrid sale tocado casi hundido. No solo en
Champions sino en conjunto. A nivel de equipo tendrán que valorar su ambición y
sus metas. Tendrán que pensar cuál es el objetivo de competir. Si competir por
competir o competir para ganar. El Atlético se ha abonado a una filosofía que,
objetivamente, da más llanto a sus aficionados que risas.
Todo lo que pasó ayer de más, penaltis no pitados, fueras de
juego posicionales, tarjetas no sacadas e incluso los minutos de descuentos, todo
es leyenda. Como leyenda es todo lo que rodea a lo mágico.